
Era un día de invierno en el pueblo, yo era una chica de la época...decente, pulcra, inocente y servicial. Todos los días quedaba con Francisco, era el mozo más guapo de la comarca, alto, moreno, pelo rizado y dientes relucientes, vestía siempre en traje de chaqueta...yo le adoraba, pasé de no saber lo que era un beso de tornillo a saber cual era la señal que me hacía Francisco para decirme que el pajar estaba vacio, éramos muy jóvenes, estábamos llenos de vida de ilusiones de pasión...era tal la atracción que teníamos el uno por el otro que nuestros encuentros se reducían a estar todo el rato en aquel pajar solitario y lleno de mugre, nadie en el pueblo sabía que salíamos, un día cualquiera me dio aquel silbido...y yo acudí corriendo como siempre, corriendo con aquel mariposeo en el estómago, con aquellas ganas de sentirle cerca de nuevo.Me cogió y me besó salvaje, mientras duraba ese beso me estaba desnudando a la vez, me rompió las medias que luego tuve que zurcir a escondidas para que no hiciera mi madre preguntas indeseadas y que llevaban detrás una buena paliza. Me tiró al pajar y encima de mi me penetró, sentí su calor, su torso ardiente rozando mis inocentes pechos, mientras me decía que me amaba, que me adoraba, que nunca podría olvidarme que yo era solo suya...su Rosita. Nos quedamos mirándonos y Francisco empezó a llorar, nunca había visto a un hombre llorar, era tan jóven y sabía tan poco de la vida que creía que los hombres no podrían llorar nunca, "Que ocurre". "Rosita..no voy a poder verte jamás, voy a marcharme". Cuando escuché esas crueles palabras derivadas de esa boca tan dulce que había probado todo mi cuerpo...aquella boca que me había dicho cosas que nunca había oido...al escuchar eso me fui corriendo, corrí y corrí hasta llegar a mi casa, subí al patio y alli me quedé en un rincón, apartada del mundo, llorando y esperando a que el volviera, esperando a que volviera y me llevase de la mano al fin del mundo..y esperando sigo, por no luchar por lo que quería, por ni si quiera preguntar el por que, por esa razón estoy aqui en la puerta de mi casa en una silla de mimbre, contando mi historia a todo viajero que pasa, si hubiese luchado y no hubiese huido de la situación ahora estaría con mi Francisco en otra sillita de mimbre, contándole esto a nuestros nietos.Me quedé bloqueada mirando un punto fijo, por mi mente pasaban imágenes nuestras, en la playa en la montaña en aquella casa rural...en mi casa...momentos íntimos...momentos que sabía que no podrían repetirse con nadie más que con el..por que solo con el me sentía especial."gracias señora de verdad no sabe usted lo que me ha abierto los ojos, ¡tengo que irme rápido, muy rápido!" El coche arrancó a la primera y corriendo me dirigí a su casa...pensaba luchar, no iba a quedarme en el rincón de aquel patio...esperando su vuelta, no pienso sentarme en una silla de mimbre a contar mi triste historia...sin el a mi lado.
Hola Naida, he caído por aquí, rebotado desde el blog de Jesús Cotta, y me he quedado leyendo tus historias. Aprovecho para inaugurar los espacios para el comentario y decirte que tus relatos captaron mi atención.
ResponderEliminarUn saludo.
gracias ruben espero que sigas leyendome! me alegro que te hayan llamado la atención al menos:)
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